Nada de cosas

Tentadora, la idea de que es posible tener las cosas, una agradable ocurrencia, que eso ocurra.
Cosas presentándose con un designio que dispone de ellas o de nosotros y de alguna manera nos captura, nos reúne. Todo vamos escuchando, viendo, experimentando, y de pronto dentro (fuera) nuestro reaccionamos ante las cosas que se agruman o se agrupan.

Está dormido. Dormido… qué es?



Arquitecturas recordativas, espacios donde habitó, habita y habitará el dolor, singular signo que dice y acude ahí, donde somos y no somos. Desparramados, desarticulados, volcados, caídos, ausentes, alguien se atreve, se entretiene, se entreteje, se anuda, se desata.





Constantes y enérgicas, van y vienen las camillas, las muletas, las sillitas con ruedas. Alguna lleva a la niña firme, sin brazos y sin piernas desfila con paciencia esperando su turno, sujeta. Mientras otro niño con brazo enyesado la observa tentado de saber, qué le pasó? Pregunta a los suyos susurrando, el padre mudo, la madre, mujer tenía que ser para decir aquello: claro, en realidad… no le falta nada.

Sencillo papel rasgado a mano, el trozo que falta define el perfil de quién rasga.
Es, esa parte que falta.

Tiendas de anticuarios, abarrotadas vidrieras de inmutables hieráticos, erguidos hace siglos, vírgenes y santos como una broma o una contradicción, extienden sus brazos en actitud contenedora ofreciendo unas manos que no están. Saludan.

Salud dan.
Dan esperanza para que decante la verdad del ser mientras van desapareciendo. Suscriben estabilidad mientras se diluyen.
Démosle gracias! Ellos responden: De nada.

Qué ideas tenemos de las cosas?
Ideas… tenemos de las cosas?
Ideamos nada, la nada se presenta y nos saluda, mientras la sentimos. Eludimos nuestros sentimientos, más avanza la nada. Qué chances tiene la razón con todo esto?
Eludimos a la nada mientras la sentimos, mientras avanza sobre nosotros, si no la sentimos no la deseamos eludir.

Sin deseos, sin conciencia de nada.
Julián Bernatene